El 9 de diciembre de 1931, las Cortes Constituyentes aprobaron la Constitución de la Segunda República Española, un documento que estaría vigente en nuestro país desde ese día hasta 1939 y mantendría su legalidad bajo el gobierno republicano en el exilio hasta junio de 1977.
Sin duda, la Constitución republicana recogió las ilusiones y las esperanzas de libertad de la sociedad española siendo la constatación de los avances democráticos, sociales, laborales y civiles que trajo consigo la Segunda República. Con ella se abría una etapa de modernidad en la que nuestro país se definía en su artículo 1 como una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia; y que renunciaba a la guerra como instrumento de política nacional en su artículo 6.Con su artículo 36 reconocía por primera vez en la historia española el derecho de las mujeres al voto; garantizaba en su artículo 48 la enseñanza pública, gratuita, obligatoria, laica e “inspirada en ideales de solidaridad humana”; protegía la libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión en su artículo 27, el derecho a emitir libremente ideas y opiniones en su artículo 34; y subordinaba toda la riqueza del país, sea quien fuere su dueño, a los intereses de la economía nacional en el artículo 44.
Aquella Constitución de 1931 aspiraba a modernizar y a democratizar España, a otorgar derechos sociales y laborales básicos para todos los ciudadanos y ciudadanas, a garantizar la libertad, los derechos humanos y la justicia social. Permitió además, que los españoles y las españoles pudiesen elegir por primera vez en la historia al Jefe del Estado, algo hoy de nuevo imposible. Demasiados avances democráticos para aquellos que habían mandado siempre y que consideraban el poder del estado como algo que les pertenecía por herencia, y en algunos casos por la gracia de Dios.
Hoy, en un contexto muy diferente, la misma trama de intereses reaccionarios que conspiró para destruir los avances republicanos cuestiona abiertamente los fundamentos básicos del sistema democrático actual situándose, incluso, fuera de los límites de la actual constitución monárquica. Ante esto, el ideal republicano no solo sigue vigente, sino que es más necesario que nunca. Frente a las derechas extremas que cada vez se parecen más a Trump, Bolsonaro, Meloni o Milei y menos a Adolfo Suárez, más avances en derechos esenciales, más igualdad, más feminismo, más democracia, más pasos hacia el horizonte tricolor. España, mañana, será republicana.