Este domingo se celebra la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas que, por segunda vez consecutiva, enfrentará al ahora Presidente saliente Emmanuel Macron y a la candidata de la Agrupación Nacional (RN) Marine Le Pen.
La izquierda vuelve a quedarse fuera. Aunque en esta ocasión haya sido por poco, el electorado de la Francia Insumisa, del Partido Comunista, de los Verdes y del Partido Socialista tendrá que enfrentarse de nuevo a la disyuntiva de elegir entre lo malo o lo muy malo. Un dilema que ha rondado las cabezas de miles de militantes, votantes, activistas sociales, sindicalistas, profesorado, personal sanitario… y de todos esos colectivos que han sufrido las políticas neoliberales y antipopulares bajo el primer quinquenio de monarquía republicana de la Macronie.
Sin embargo -y afortunadamente- frente a los gritos de “Ni Le Pen ni Macron” han emergido una mayoría de voces alertando de la gravedad del momento al que se enfrenta la sociedad francesa y llamando a cerrar la puerta del Elíseo a la extrema derecha sin que eso suponga un cheque en blanco al Presidente de los ricos. El domingo se frena a Le Pen. El lunes se combate a Macron.
A las dudas de saber cómo reaccionará un electorado decepcionado se suma otro miedo: el de la abstención. Un fantasma acrecentado tras el debate presidencial del pasado miércoles que ha pasado a la historia, para mal. Ha sido el debate presidencial menos seguido de la historia de la 5ª República, empeorando los resultados de audiencia del -hasta ahora- debate menos popular: el duelo entre Macron y Le Pen de 2017. Esto podría parecer anecdótico, pero en una elección de este tipo nada suele serlo y el débil impacto del debate hace temer por una abstención récord que podría terminar beneficiando a la aspirante al trono.
Por si fuera poco, la estrategia de banalización y normalización política hacia Marine Le Pen y los discursos de la extrema derecha plantea la incógnita de saber cuántos franceses han dejado de considerarla el mal mayor y cuántos prefieren votar contra Macron a mantener en pie el Frente Republicano.
Sea como sea, los franceses y las francesas deberán elegir entre la papeleta de Macron o la de Le Pen. La derecha neoliberal o la extrema derecha. El adversario de clase o la enemiga del pueblo. No hay otra posibilidad. Todas las encuestas dan como vencedor a Macron por un ventaja que oscila entre los 5 y los 15 puntos pero la falta de certezas absolutas hace de esta votación una de las más importantes de la historia de Francia y sin duda tendrá eco más allá de las fronteras del país vecino.
Mientras, la izquierda esperará los resultados delante de la tele confiando en abrir un nuevo camino en las elecciones legislativas de junio, donde tiene posibilidades de conseguir grandes resultados si es capaz de presentarse unida. Hay quien ya habla de cohabitación. Quién sabe.