Post rápido en Facebook. Con el nuevo término de moda, turismofobia, volvemos a caer una vez más en el discurso que nos planeta el enemigo.
Empezamos a jugar en el marco discursivo que ellos quieren desde el momento en que nos imponen un término con carga peyorativa y nos obligan a demostrar que no lo compartimos: "Demuéstrame que la turismofobia no existe", "dime qué tiene de malo que vengan turistas" o "sois unos radicales que queréis acabar con el turismo que es la principal fuente del riqueza del país y crea puestos de trabajo".
No deberíamos ni aceptar el uso de ese término. Porque la cuestión no es si el turismo es bueno o malo per se, la cuestión es qué modelo turístico tenemos en muchas zonas de España, y eso está íntimamente relacionado con el modelo productivo que nos han impuesto en las últimas décadas, basado en la desindistrialización y en actividades económicas de poco valor añadido.
Por ejemplo, pensemos en El Puerto, donde hemos visto desaparecer industrias tradicionales como la bodeguera o la pesquera ¿qué nos queda? Sol y playa, turismo, turistas, que vengan cuantos más mejor y durante todo el año.
Por eso el centro del debate no debe ser turistas sí o turistas no, sino cómo hacemos para impulsar un desarrollo turístico planificado para que no perjudique a la población residente, los recursos naturales, ni se base en los bajos salarios o en la explotación de los/as trabajadores/as de la hostelería, y cómo lo desarrollamos dentro de un modelo económico diversificado.