Ayer, mientras seguía el escrutinio de las elecciones catalanas y se empezaba a vislumbrar cuál sería la composición final del nuevo Parlamento de Cataluña, me vinieron a la cabeza un par de cuestiones que acabé por poner por escrito en Facebook y que he adaptado y ampliado un poco para el blog.
A pesar de perder diputados/as, CDC ha ganado las elecciones catalanas. Y no porque Junts pel Sí haya sido la lista más votada, sino porque al final han conseguido convertir estas elecciones en el tan deseado (y falso) plebiscito entre el sí y el no a la independencia consiguiendo cambiar el tablero político catalán.
Un ejemplo, una consecuencia y una lectura preocupante de que las elecciones se hayan movido en el plano nacional:
- El ejemplo que mejor representa el éxito del planteamiento de CDC es Artur Mas, que al ir a votar hace tres años fue recibido entre protestas de quienes denunciaban sus recortes sociales en sanidad y educación y hoy ha sido increpado por gente que ondean banderas españolas.
- La consecuencia la ha sufrido Catalunya Sí Que Se Pot, que había apostado por una campaña centrada en el plano social y económico que se ha visto superada por la cuestión nacional, quedando por detrás del resultado que cosechó ICV-EUiA en solitario en 2012.
- La lectura preocupante aparece cuando miramos el nuevo Parlament en clave de clase: dominio de las oligarquías catalana y española (que, no lo olvidemos, comparten un mismo proyecto político y económico) con 114 diputados y una posición de enorme debilidad de las fuerzas populares representadas por 21 diputados/as.
Con estos resultados encima de la mesa, y a pesar que las fuerzas pro-independentistas no se han impuesto en número de votos, poca duda cabe que una parte importante de los/as catalanes/as reclaman una nueva relación con el Estado que el marco actual no es capaz de satisfacer. Ante esto, se plantean dos cuestiones que tenemos que tener presentes y a las que estar atentos/as:
- La primera, que los sentimientos y la voluntad de decidir del pueblo catalán no pueden ni deben quedar en manos de la burguesía catalana cuyo objetivo histórico siempre ha sido conseguir ventajas y privilegios fiscales para sí mismos.
- La segunda, que la brecha que han abierto hoy los/as catalanes/as afecta al conjunto del Estado y al marco político del régimen del 78 y por eso las fuerzas transformadoras tenemos que aprovecharla para avanzar hacia la ruptura social y política.
Ahora bien: ¿Esto último cómo lo hacemos? Trabajando. Trabajando por construir poder popular en las calles consiguiendo que las movilizaciones el 22O y el 7N sean un éxito. Y trabajando para lograr la unidad electoral en una candidatura unitaria pero ojo, no entendida como el culmen de la unidad popular, sino como un paso necesario en la ruptura democrática con el régimen del 78 que impulse un proceso constituyente hacia un nuevo país.
Está claro que todos los actores de la izquierda estatal debemos dejar de mirarnos el ombligo y concienciarnos de que nos estamos jugando el futuro de las próximas generaciones.