Publicado en El Puerto Actualidad
En el ámbito de la política estatal, el tema estrella de la semana han sido sido las conversaciones de cara a la elección del nuevo Presidente del Gobierno. El miércoles pasado, Pedro Sánchez y Albert Rivera escenificaron el acuerdo de investidura alcanzado entre PSOE y Ciudadanos, consistente en una reforma exprés de la Constitución y plasmado en un documento con medidas consensuadas entre ambas formaciones.
Partiendo de la legitimidad y autonomía de todas las fuerzas para establecer los acuerdos políticos y programáticos que crea conveniente, creo que esta decisión supone un error por parte del PSOE por varias cuestiones:
Primero, porque con este acuerdo el PSOE sigue mostrándose hacia la opinión pública como un partido más proclive a entenderse con la derecha que con las fuerzas de izquierda, con quienes mantenía conversaciones a cuatro para formar un gobierno de progreso que sumase los apoyos de Podemos, Izquierda Unida-Unidad Popular y Compromis.
Segundo, porque el acuerdo con Ciudadanos no recoge ninguna reforma que favorezca a las clases populares o que suponga una mejora en las condiciones de vida de la gente. Algunas medidas van dirigidas a recomponer un régimen vapuleado y deslegitimado tras ocho años de crisis: eliminación de las diputaciones, supresión de aforamientos, reducción del CGPJ… Otras son claramente regresivas, sobre todos las de índole económica, donde Ciudadanos ha conseguido poner su sello: más precariedad laboral con un sucedáneo de contrato único, una subvención encubierta a los empresarios vía complemento salarial, ni hablar de dación en pago, de eliminar el copago sanitario…
Tercero, porque simplemente no salen los números. Los 130 escaños que suman PSOE y Ciudadanos son claramente insuficientes para investir a Pedro Sánchez. Además, los términos del acuerdo imposibilitan cualquier entendimiento con las fuerzas de izquierda, por lo que al PSOE solo le queda una opción: el Partido Popular. No es descabellado, ni mucho menos. Ya hay un precedente: el reparto de la mesa del Congreso. Presidencia para el PSOE, y mayoría en la mesa para PP y C’s. ¿Se repetirá la misma jugada?
Y cuarto, porque el pacto entre PSOE y Ciudadanos otorga al Partido Popular la llave de la estabilidad del futuro gobierno de Pedro Sánchez, con quien ambas formaciones tendrán que negociar cualquier tipo de iniciativa política que quieran aprobar en el Congreso. En un momento en el que el PP se encuentra en sus horas más bajas, desacreditado por sus ocho años de gobierno contra la gente y acorralado por la corrupción, el acuerdo PSOE-C`s le da un balón de oxigeno.
En este escenario de crisis de régimen y de recomposición del mapa político, el PSOE tenía que elegir de qué lado bailar, hacia la izquierda o hacia la derecha. Régimen o ruptura. Favorecer a las élites o a las clases populares. Garantizar una segunda transición gatopardista, donde todo cambie para que todo siga igual, o construir una coalición de progreso para un cambio político.
A nadie se le escapa que existen grandes diferencias con el PSOE, pero con la correlación de fuerzas parlamentarias surgida tras las elecciones del 20D, hubiese sido deseable que apostase por la vía portuense en lugar de terminar eligiendo la vía andaluza. ¿Estaremos ante el preludio de la Gran Coalición tan deseada por Felipe González, vía Ciudadanos?